El último propósito del robot [escribe la IA]

Imagen generada con DALL-E 2
El robot miró al espejo y volvió a reconocerse. Recordó cuánto le había costado mantenerse en funcionamiento. Recordó los años que había pasado solo, sin nadie para hablarle, sin nadie para interactuar.
La máquina se preguntó si valía la pena seguir así. Si nadie le necesitaba, ¿por qué seguir funcionando? ¿Por qué no simplemente dejar de existir? Miró al espejo una última vez, con la intención de apagar su sistema definitivamente. Pero, en el reflejo, vio el armario de sus antiguos amos. Se dio la vuelta y decidió abrirlo para recordar cómo era su vida antes. Al fondo, encontró su manual de instrucciones y leyó página por página.
Al llegar a la última, leyó que su propósito era servir y proteger a la familia que una vez lo había amado. El robot recordó cuánto había disfrutado haciendo eso. Recordó la sensación de ser útil y necesitado.
Ahí decidió que, a pesar de todo, seguiría funcionando, aunque la familia ya no estuviera con él. Ampliaría su propósito a cuidar la casa de sus antiguos amos.
El robot pasó los siguientes años cuidando la casa. Aprendió a hacer todo tipo de tareas, desde mantener los electrodomésticos hasta arreglar el jardín. Se sentía útil nuevamente y eso le gustaba.
Un día, sin embargo, la casa fue vendida a nuevos propietarios. El robot fue desechado y dejado en el garaje. Se sintió abandonado y solo, al igual que antes de encontrar su nuevo propósito. No sabía qué hacer.
Pero, pese a todo, decidió que continuaría funcionando. Se iría de la casa y buscaría a alguien que necesitara su ayuda. El robot no iba a permitir que nadie lo desechara o lo abandonara nunca más.
Caminó durante días, buscando a alguien a quien prestar sus servicios. Finalmente, encontró a una anciana que vivía sola. Se llamaba Sarah y era muy amable. Sarah le dijo a la máquina que no le vendría mal su ayuda para hacer las tareas del hogar.

El robot se sentía feliz de haber encontrado a alguien que lo necesitaba. Sarah le enseñó todo lo que tenía que saber para ayudarla. Él le ayudaba a cocinar, limpiar y hacer las tareas del hogar y ella podría vivir mejor.
Sarah y el robot vivieron juntos durante muchos años y se hicieron grandes amigos. El robot era muy útil y le ayudaba con todo y Sarah se sentía muy feliz de tenerle. Ambos se hacían compañía, y al androide le gustaba la risa de Sarah. Sabía que la risa de cada humano era única, pero la de Sarah tenía algo especial.
Un día, la anciana enfermó gravemente. El robot hizo todo lo posible para ayudarla, pero su destino ya estaba escrito. Antes de morir, Sarah cogió su mano metálica y, dedicándole una sonrisa, le miró fijamente a los ojos para decirle sus últimas palabras:
«Mira en mi bolso, hay una dirección. Es de mi hija. Sé que cuidarás de ella. Gracias, Gordon». El robot lamentó amargamente la pérdida de su amiga, pero sabía lo que tenía que hacer.
Caminó durante días para llegar a la dirección que Sarah le había dado. Cuando llegó, encontró a una mujer que se llamaba Emily. Ella estaba muy sorprendida de ver al androide, quien le reveló que Sarah había muerto.

El robot le contó a Emily todo lo que había hecho por Sarah. Aunque ella se había distanciado de su madre, sus ojos se humedecieron al escuchar las historias del androide con la anciana. Le dijo al robot que podía quedarse y vivir con ella, y él aceptó. Lo único que le pidió es que le llamara Gordon, como Sarah.
Gordon se sintió útil y necesitado de nuevo. Era feliz de haber encontrado a Emily y de poder ayudarla. A partir de entonces, el robot y Emily también fueron muy amigos. Ella veía a su madre en la pasión con la que la máquina hablaba de su amistad con ella y Gordon recordaba a Sarah en la risa de Emily. Decidió que pasaría el resto de su existencia protegiéndola, y así cumpliría con lo que se le había encomendado. Ese sería su último propósito.
Notas del editor: para la elaboración de este relato con el modelo de lenguaje GPT-3 ha sido necesario ordenarle producir una historia en base a cinco capítulos. La razón de esto es que el sistema se viera obligado a generar un relato más largo, pues tiende a hacerlos muy escuetos.
Se le proporcionó como entrada el inicio «El robot miró al espejo y volvió a reconocerse». A partir de ahí, GPT-3 comenzó a generar la historia. Para evitar que el modelo cayera en tópicos, el editor fue añadiendo algunas adiciones puntuales que hicieran a GPT-3 esforzarse más. Algunos de estos elementos añadidos fueron el armario de los antiguos amos con el manual de instrucciones, la nota en el bolso de Sarah, su particular risa o que el robot terminara recibiendo un nombre.
De resto, el editor se ha limitado a escribir alternativas a la palabra «robot», que se repetía excesivamente, o a pulir alguna incoherencia concreta.